Los fenicios señalaban las tumbas en el exterior con unas piedras, talladas o no, a las que denominaban massebat. Las inscripciones mencionan a menudo el término "massebat entre los vivos" aludiendo a la señalización pétrea como una materialización física del alma del muerto. El massebat funcionó en la cultura fenicia como soporte del alma, que de esa manera se mantenía siempre viva.
El tipo de tumba por excelencia es el hipogeo, es decir, la tumba de cámara excavada en la roca. A estos hipogeos se podía acceder desde un pozo vertical o desde un corredor. Este "dromos" podía ser una rampa lisa de piedra o de arena, con una inclinación aproximada de unos 25º, o bien estar escalonado.
A los muertos se les concedían cuidados particulares. El alma vegetativa, nephesh, exigía que se la asegurasen alimentos y agua, y así se hacía. Para esto último algunas tumbas estaban provistas de ingeniosos dispositivos destinados a hacerla llegar hasta el difunto. Además del alma nephesh existía el espíritu ruach. La primera permanecía junto al cuerpo, en la tumba; el último se alejaba por el contrario. A la que permanecía se la alimentaba, al otro no. La nephesh residía en las entrañas, el ruach en el corazón (sitio de la inteligencia según los fenicios) y en la sangre.
Fuentes: "Historia de las religiones" de Juan B. Bergua y Juan Bautista Bergua Olavarrieta, "Los fenicios" de Fernando Prados Martínez
El tipo de tumba por excelencia es el hipogeo, es decir, la tumba de cámara excavada en la roca. A estos hipogeos se podía acceder desde un pozo vertical o desde un corredor. Este "dromos" podía ser una rampa lisa de piedra o de arena, con una inclinación aproximada de unos 25º, o bien estar escalonado.
A los muertos se les concedían cuidados particulares. El alma vegetativa, nephesh, exigía que se la asegurasen alimentos y agua, y así se hacía. Para esto último algunas tumbas estaban provistas de ingeniosos dispositivos destinados a hacerla llegar hasta el difunto. Además del alma nephesh existía el espíritu ruach. La primera permanecía junto al cuerpo, en la tumba; el último se alejaba por el contrario. A la que permanecía se la alimentaba, al otro no. La nephesh residía en las entrañas, el ruach en el corazón (sitio de la inteligencia según los fenicios) y en la sangre.
Fuentes: "Historia de las religiones" de Juan B. Bergua y Juan Bautista Bergua Olavarrieta, "Los fenicios" de Fernando Prados Martínez
3 comentarios:
Nephesh, el alma, y Ruach, el espíritu. Todo esto me trae recuerdos gnósticos.
En estas cosas prácticamente no hemos evolucionado...
Desde luego, con el hambre que hay en el mundo no se como se permite este desperdicio de carne y dinero. Canibalismo filantrópico ya!
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